Cuando éramos pequeños lo que más admirábamos era a esos adultos que se miraban gigantes y que podían hacer todas las cosas que nosotros no, lo que nos hacía contar los días para un día ser como ellos y disfrutar de todos esos 'beneficios' que veíamos que ellos tenían.
Ahora cuando finalmente logramos crecer, nos damos cuenta de que no era para nada como esperábamos y que en realidad es realmente triste ser un adulto porque tuviste que recibir responsabilidades, tuviste que asumir compromisos que antes no tenías y tomar decisiones que son muy difíciles de evitar.
Cuántos no daríamos lo que fuera por volver a nuestra querida infancia.