No me duele que hayas cambiado tanto, tampoco que me hayas lastimado, ni siquiera es el hecho de que me cambiaste por una más fea y fácil. Lo que sí me duele, lo que sí me afecta y lo que no puedo entender es que te encargaste de traicionar la confianza que con tantos años te di.
Una vez dijiste que nunca me dejarías caer pero no lo cumpliste, en cambio, me empujaste. Ya no sé si volveré a ser la misma pero algo te puedo garantizar, que aprendí mi lección y que la próxima vez que vengas a suplicarme y hacerme promesas que nunca cumplirás; ya estaré lejos y no me harás falta.